El castro ocupa un estratégico cerro granítico, abierto al Valle de Amblés y ocupando una posición principal en el territorio que denota una clara intencionalidad defensiva y de control estratégico del territorio y de las vías de comunicación. El topónimo de Las Cogotas deriva de los dos berrocales o cogotes que engloba el cerro, con una altitud de 1.121 y 1.122 m respectivamente. Cogotas se incluye dentro de los asentamientos en cerro o acrópolis y en meandro, puesto que su accesibilidad viene determinada por las pendientes y el trazado del curso de agua principal.
El Castro consta de dos recintos amurallados: Primer Recinto o acrópolis, que engloba el cerro con los dos cogotes; y adosado al anterior por su trazado occidental el Segundo Recinto, el “encerradero de ganados”.
Parece que el Primer Recinto se fortificó con el inicio de la etapa (S.V a.C.), engloba el cerro con los dos cogotes, suponiendo una extensión de 5, 2 has. El Segundo Recinto no se levantaría hasta el S.III-II a.C.., coincidiendo con la inestabilidad general generada por la presencia de los ejércitos púnicos y romanos, se adosa al primero por su flanco Oeste, ocupando el espacio que se extiende por el Oeste y Sur extendiéndose en unas 6 has.
En conjunto, los dos recintos engloban una superficie de 11, 5 has aproximadamente, que añadiendo el terreno ocupado por los campos de piedras hincadas y la necrópolis se alcanzarían las 14,5 que señala Cabré.
SISTEMA DEFENSIVO.
La defensa natural que el cerro de Las Cogotas ofrecía se complementó y reforzó con obras artificiales de fortificación, consistentes en un doble recinto amurallado y un gran campo de piedras hincadas dispuesto al Norte y NO del espacio amurallado, frentes cuya defensa hubo de potenciarse al ser fácilmente accesibles, y, por tanto, vulnerables a potenciales ataques.
Panorámica general del castro
Las murallas se van adaptando a la morfología del terreno, integrando en su trazado aquellos afloramientos de granito que, por su envergadura, hacen las funciones de parapeto inaccesible, ahorrando esfuerzos constructivos.
Las murallas se construyen con pequeño aparejo de mampostería de granito, cortada a manera de lajas y trabadas horizontalmente en seco, utilizándose ripios para asentar los mampuestos. Las hiladas de mampostería tienden a la regularidad.
Pese a que se construye sin cimentación alguna, se practicaron pequeños rebajes para un mejor asentamiento de la mampostería. La técnica constructiva es relativamente uniforme en la mayor parte del mundo vettón: dos paramentos, externo e interno, de mampostería muy bien ajustado, con un relleno de piedras losetas y cantos de igual o menor tamaño dispuestas ordenadamente en capas horizontales y trabadas unas a otras. Ocasionalmente se documenta un refuerzo interno que evita el desmoronamiento de la muralla.
La muralla de Las Cogotas alcanza una anchura variable de entre 2,50 m y 10,70 m en los salientes o bastiones que la defensa presenta en su frente septentrional, frente con escaso relieve y, por tanto, accesible y vulnerable. Su grosor es superior en la base, y ello debido a que el paramento exterior ofrece una ligera inclinación que permite una mejor contención del relleno interior. No es fácil calcular la altura original de las murallas, aunque, por estudios realizados en otros castros, se puede intuir un desarrollo en altura de 6-8 m, incluso más, siendo probable que estuviese rematada con una empalizada de madera o por postes entrelazados con ramas y palos.
Característico de Las Cogotas, en su frente más vulnerable o lienzo Norte, es el trazado ondulado de las murallas, adaptado a la morfología del terreno y acompañado de imponentes bastiones y macizos salientes sobre todo en las inmediaciones de las puertas principales de acceso o en la misma entrada.
Las puertas vettonas presentan una organización relativamente homogénea. El esquema habitual ofrece dos tipos bien reconocibles: a) en embudo y b) en esviaje. El primero es el más repetido y se realiza mediante la incurvación hacia el interior de los dos lienzos formando un callejón en forma de embudo más o menos pronunciado. El segundo consiste en que los dos lienzos adoptan en la entrada una posición paralela dejando un espacio libre en forma de callejón de paredes paralelas.
El otro sistema de defensa complementario de las murallas es el de los campos de piedras hincadas. Este sistema consiste en disponer piedras afiladas en posición vertical a escasa distancia unas de otras en los espacios más llanos, donde se enclavan las puertas principales. De ésta manera se evita el ataque en tromba tanto de infantería como de caballería que se tiene que focalizar en las puertas, donde los sistemas de paso dan ventaja al defensor mediante la creación de fuegos cruzados.
Su longitud se sigue desde el punto Norte donde la topografía del castro se torna más abrupta, hasta el vértice SO del enclave, donde el pequeño barranco que forma el arroyo Molinillas se encuentra más próximo al Segundo Recinto.
La superficialidad de la roca madre, la cual afloraría en buena parte del espacio ocupado por el campo defensivo, obligó a buscar una fórmula para sujetar las piedras, en las zonas en las que no existía estrato, diferente a la más lógica (hincarlas en el estrato terroso). El sistema aplicado consistió en disponer una piedra puntiaguda verticalmente, la cual se sujetó colocando en torno a ella otra serie de piedras, de menor tamaño, con las aristas más contorneadas y con mayor base, que también cumplían la función defensiva, pero que su intencionalidad real era la de sujetar verticalmente las piedras puntiagudas.
URBANISMO.
Al igual que las murallas, el urbanismo de Las Cogotas se adapta a las condiciones del suelo. Así se aprovechan los espacios entre los canchales de rocas para instalar las estructuras de habitación, del mismo modo se adosan a la muralla.
No se puede hablar, para el caso de Las Cogotas, de una planificación ordenada del urbanismo, aunque el hecho de que los muros medianeros entre las diferentes casas se adosen unos a otros, está indicando que la construcción se produjo en un periodo corto, y que además para estos espacios sí que tenían unos planes de distribución.
Fue necesario, tanto para la construcción de algunas casas como para la de caminos internos la creación de bancales con el objetivo de paliar el desnivel existente en el castro. Además es necesario reseñar que los diferentes caminos se adaptan a la topografía más suave.
LAS CASAS
Frente al tipo de construcción que se desarrolló en los sistemas defensivos, que como se ha visto son complejos, y de materiales duraderos, las viviendas de los castros vettones se caracterizan por la endeblez de la mayoría de sus materiales así como las, relativamente, pobres soluciones técnicas empleadas.
Todas las casas sin excepción son de planta rectangular, con zócalos de mampostería dispuestas en terrazas, en cuya base se disponían una o dos hiladas de adobes, sobre los que montaban la mampostería. Cabré sólo nos da las dimensiones máximas de las casas, 30 x 7 m., sin que pudiera distinguir en ellas ninguna división interior, aunque sospecha que hubieron de existir.
Los suelos suelen ser muy irregulares, al servirse del granito del subsuelo, rellenando los hoyos de piedras con tierra carbonizada y desechos de cocina, incluidos cierta cantidad de huesos. Sobre las solerías, normalmente en un rincón de cada vivienda, donde a veces aparece el suelo pavimentado con barro, debió hallarse el hogar.
Durante las excavaciones, Cabré, halló bloques de barro amasado con la impronta de maderas. Cabré piensa que debieron de pertenecer a los techos, que estarían constituidos por troncos de árbol recubiertos con un espeso manto de barro y paja.
Los adobes de las paredes presentan unas medidas estandarizadas (40 x 20 x 10 cm.), que sugieren la existencia de un módulo teórico que razonablemente pudo aplicarse en la arquitectura de los castros y oppida.
Sólo conocemos la localización exacta de las viviendas que se encuentran adosadas a la muralla, a ambos lados de la entrada principal. Sin embargo Cabré se refiere a la excavación de otras viviendas en el interior del primer recinto, e incluso extramuros.
ILUSTRACIÓN . Casas adosadas a la muralla (año 2008 tras la restauración)
EL ALFAR.
El alfar de Las Cogotas incluye un extenso complejo de dependencias y hornos de cerámica que ocupan más de 300 m2, junto a la muralla del segundo recinto. Los hornos son de tipo sencillo de una sola cámara y anexo al taller existe una gran dependencia que debió servir de almacén de productos acabados y como secadero de adobes para la construcción.
El taller de alfarería rebasa el ámbito de la producción doméstica y por sus dimensiones y la complejidad que implica su mantenimiento y su funcionamiento bien puede considerarse industrial a tiempo completo, actividad que debió requerir especialistas, una producción estandarizada y muy probablemente una distribución de los productos cerámicos. El nivel de fundación de la muralla corresponde al nivel constructivo del alfar, la existencia de un cenizal que se encuentra debajo de la muralla demuestra que con anterioridad al emplazamiento del taller cerámico y de las defensas ya se estaban desarrollando actividades colectivas en esa zona, a extramuros de la acrópolis.
En base a las cerámicas halladas se sabe que el alfar estaba en funcionamiento en el S.II a.C.. Toda la cerámica fue facturada a torno y ofrece una variadísima colección de vasos, copas, cuencos, botellas y embudos.
EL ABANDONO.
La II Guerra Púnica, con su base de operaciones en la Península Ibérica, y la posterior ocupación y conquista romana hubo de implicar a las gentes de Las Cogotas emplazadas en una zona donde los recursos no son demasiado abundantes como para soportar problemas tales como sequías, guerras o bruscos aumentos de la población.
Desde comienzos del S. II a.C. la situación del oeste de la meseta se torna muy inestable, con múltiples ataques romanos en respuesta a saqueos de lusitanos, y quizá también vettones a poblaciones aliadas de Roma.
Entre el 154 y el 133 a.C. tienen lugar las llamadas Guerras Celtíbero- Lusitanas en las que los vettones van a jugar un papel importante al lado de los lusitanos. Éste va a ser el tiempo del caudillo lusitano Viriato que tantos problemas dio a los romanos. Todo había empezado por la frecuencia, de nuevo, de los saqueos lusitanos y vettones en el sur a partir del 155 a.C. Posiblemente ésa será la causa principal de las primeras refriegas, una de las cuales supone la severa derrota del ejército del pretor L. Manlio, con 9.000 bajas, a manos de la coalición lusitano-vettona.
En el 139 a.C. es asesinado Viriato. En el 138 a.C. el romano Décimo Junio Bruto lleva a cabo una campaña militar llegando victorioso hasta el otro lado del Duero. Ello implica que el territorio vettón quedaba bajo el control romano desde ese momento. Aunque las guerras celtíbero-lusitanas no van a terminar hasta el 133 a.C. con la toma de Numantia.
Es posible que el castro de Las Cogotas no fuera desalojado de manera inmediata y de manera absoluta, aunque sí inutilizado defensivamente, con el sistema defensivo arruinado para evitar problemas. Si fue de este modo, su decadencia se inició en estos momentos y puede que fuera paulatina hasta las Guerras Civiles, a partir de las cuales se habría producido su definitivo abandono.
Entre el 82 a.C. y el 72 a.C. se desarrollan las llamadas Guerras Sertorianas, la primera parte de las Guerras Civiles que enfrentaban por el poder a dos facciones romanas. El enfrentamiento se produjo entre los partidarios de Sila y los de Mario. Sertorio, partidario del segundo, organizó en Hispania un ejército de romanos y lusitanos, del que también formarían parte los vettones. La derrota de Sertorio hubo de suponer un agravante en la situación.
Si Las Cogotas aún no había sido abandonado tras aquella derrota, lo sería a partir del fin de la II Guerra Civil, librada en Hispania -49-44 a.C. entre los partidarios de César y Pompeyo, en la que los vettones tomaron parte de Pompeyo, que salió derrotado.
Como muy tarde será a partir de este momento cuando los castros se abandonen de manera definitiva, obligándoles a asentarse en la llanura, sin posibilidades defensivas.
ILUSTRACIÓN El castro nevado (J.C. Glez Blázquez)
Fotografías Castro Cogotas
VISTA AÉREA DEL CASTRO DE LAS COGOTAS