Otros castros

El Castro de El Raso en Candeleda

         Ocupado en los SS.II-I a.C., se ubica en la vertiente meridional de la Sierra de Gredos, dominando el Valle del Tiétar. Es un claro ejemplo de castro en ladera, dominando la garganta del río Alardos. Ocupa una suave colina, a 791 m de altitud, y la ladera más inmediata. La muralla abarca 20 has, estando precedida de hasta tres fosos defensivos.         

Con anterioridad a la fundación de este poblado fortificado, las gestes vettónicas ocuparon otro paraje en sus inmediaciones, “El Castañar”, tratándose de una pequeña comunidad en el llano y sin fortificar.

El Castro de Ulaca.

El castro de Ulaca se emplaza en una posición dominante respecto al Valle de Amblés. Por su configuración topográfica, Ulaca se encuadra dentro del tipo de castro en cerro o acrópolis, asentándose en la cima amesetada de un imponente cerro granítico -denominado “Castillo”-, salpicado de importantes afloramientos graníticos, cuya cota máxima es de 1501 m sobre el nivel del mar. Esto unido  a las escarpadas, pendientes y graníticas laderas por las que se accede hasta la cima hacen del cerro un lugar envidiable en cuanto a sus condiciones defensivas naturales y de control del territorio, hecho que se ve reforzado por el río Picuezo, que bordea el cerro por el SE y E.

         Ulaca forma parte de los grandes oppida, siendo con sus más de 60 Has el castro de mayores dimensiones de todo el área vettona, si bien cronológicamente se encuadra ya dentro del Hierro Avanzado –Finales S.III-S.I a.C.-, correspondiéndose con el momento final del mundo vettón.

         La acrópolis aparece fortificada por una muralla, inconclusa en el frente meridional, esta muralla se ve fortalecida por un segundo recinto en la vertiente occidental la más vulnerable, y numerosas barbacanas que cierran el paso por las vaguadas que sesgan el cerro por el Norte y Oeste.

Existen claros indicios de ceremonias y lugares de culto al aire libre, distinguiéndose también en el interior de algunos poblados. Suelen emplazarse en un sector privilegiado del asentamiento, vinculados a la acrópolis o a una calle principal.  El santuario más conocido del área vettona, asociado a un poblado prerromano, es el de Ulaca, castro que cuenta con un área sacra o nemeton en el sector noroccidental del poblado, relativamente apartada de las concentraciones de casas. Formarían parte de ésta las estructuras monumentales labradas en piedra del santuario o “altar de los sacrificios” y la sauna ritual o “fragua”.

         El santuario o “altar de los sacrificios” consta de una gran estancia rectangular tallada en la roca granítica (16 X 8 m), en uno de cuyos lados existe una gran peña, en la que dos escaleras conducen a una plataforma, donde se encuentran dos cavidades, de forma más o menos circular, y comunicadas entre sí; la más occidental de ellas vertía en una tercera, que a su vez, mediante un canal, permitía que los líquidos corrieran hacia la parte baja de la peña.

         La finalidad cultual de este monumento se establece gracias a una serie de paralelos y testimonios literarios. El más importante es el santuario portugués de Panoias, donde en varias peñas, como la de Ulaca, figuran inscripciones latinas que informan sobre las ceremonias –sacrificios de sangre- que se realizaban en el lugar. En este sentido hay que apuntar la inscripción de Cabeço das Fraguas, cerca de Guarda, grabada en una roca sin oquedades, cuyo texto alude a una serie de animales que se ofrecen a las divinidades indígenas. Por otra parte, Estrabón escribe acerca de los sacrificios humanos y de animales que hacían los lusitanos.

         La sauna ritual o “fragua”. Se encuentra a 150 m al Sur del altar. Es una construcción parcialmente excavada en la roca, de planta rectangular y 6´40 m de longitud, dividida en tres habitaciones a modo de antecámara, cámara y horno. Las paredes aparecen perfectamente perpendiculares unas a otras. La arista mide aproximadamente 1 m. una de las paredes verticales, la oriental, está abierta al exterior por medio de un arquillo de medio punto, tallado asimismo en el granito. A esta estructura se la ha venido definiendo como un horno metalúrgico, pero estudios recientes ven en esta construcción semihipogea un uso termal, en relación con los baños iniciáticos, a partir de los paralelos documentados en las saunas o “pedras fermosas” de la Cultura Castreña del NO. Su asociación al agua, al vapor y al fuego en lugares hipogeos, así como textos de Estrabón, podrían relacionar esta construcción con cofradías de guerreros, acordes al sustrato ideológico y cultural del mundo céltico.

         “La Iglesia” o “El Torreón”. Se ubica en la vaguada Sur, en el tercio meridional del poblado. Es  un  edificio de gran aparejo de granito y planta rectangular (14 X 10 m.) y unos muros que alcanzan 1 m de grosor. Este edificio queda dentro de un recinto murado (70 X 48 m) de doble paramento de grandes piedras. Dentro de este recinto murado se levantaron otros dos edificios con unas dimensiones también considerables.

         Podría haber servido de atalaya defensiva dada su posición estratégica, al controlar desde la vaguada Sur de la ciudad una gran extensión del área habitada. También podría ser interpretado como un edificio público o como la residencia de una persona muy relevante dentro de esta sociedad fuertemente estratificada.

         En las proximidades se localizan otras construcciones ciclópeas y a escasos metros, siguiendo la pendiente, una gran fuente, dato que puede ser interesante con relación a la organización del espacio y al uso del agua lustral en los ritos de tradición céltica. Se podría así plantear la posibilidad de que existiera una divinidad de las aguas relacionada con la población del oppidum. Este mismo carácter podría servir para valorar: el edificio monumental en uno de los puntos centrales de la ciudad; la sauna, a unos 300 m. al NE.; y el altar rupestre (Álvarez-Sanchís, 1999). Este último tampoco es excluyente, dada su posición, con la idea del culto solar, ya que uno y otro aparecen íntimamente ligados en la religión céltica.

         Esta arquitectura pública monumental de los S.III-I a.C.. haría referencia a un ámbito sacro-político bien definido topográficamente, relacionado con los fundamentos ideológicos de la ciudad (Álvarez-Sanchís, 1999). También Álvarez-Sanchís apunta la existencia de una cueva o cavidad bajo el oppidum, en las estribaciones de la ladera Norte y casi en la vertical del sector citado. Sobre esta cavidad especula con la posibilidad de una divinidad de función etónica vinculada al emplazamiento y por tanto acorde con la estructura urbana y religiosa de la ciudad.

El Castro de la Mesa de Miranda en Chamartín de la Sierra.

   El Castro de la Mesa de Miranda se localiza a unos 3.000 m. del casco urbano de la localidad de Chamartín de la Sierra en cuyo término municipal se emplaza. El yacimiento fue descubierto para los estudiosos y el gran público en 1930 por Antonio Molinero Pérez. Como yacimiento protegido está recogido en la Carta Arqueológica Provincial. En 1980 se incoa como Monumento Histórico Artístico y por la Ley de Patrimonio de 1985, adquiere rango de Bien de Interés Cultural (B.I.C.).

Orográficamente se encuentra perfectamente protegido, siendo un emplazamiento estratégicamente idóneo: se encuentra entre los cerros de La Mesa y El Ramizal y circundado por los cauces de los arroyos Matapeces por el oeste y Riohondo por el norte y el este. El único acceso hábil era por el sur y, lógicamente, allí se fueron concentraron las defensas artificiales en forma de recintos murados.

El castro cuenta con dos zonas diferenciadas tanto por uso como por entidad de restos. Así la Necrópolis se localiza al sur del castro, en una zona denominada La Osera, mientras que el resto del yacimiento lo conforma el propio castro y sus tres recintos. La necrópolis fue excavada por Cabré durante el primer tercio del S.XX y proporcionó una gran cantidad de materiales asociados a las urnas de incineración utilizadas por este pueblo céltico, otro de los factores que han proporcionado una cierta fama a este castro ya que se exhumaron joyas y armas de una gran belleza formal. 

El primer recinto recibe la denominación de Castillo Bajero y cuenta con una forma próxima al rectángulo con unas dimensiones de unos 410 m. x 315 m. Es el más antiguo de los tres ya que los restantes fueron adosándose al mismo y en él se tiene constancia de una gran densidad de lugares de habitación. Se trata del lugar más inexpugnable del castro por las gargantas torrenciales que rodean la denominada “mesa” por sus flancos norte, este y oeste y que discurren por angostas vaguadas. En los otros recintos, no hay tantas viviendas aparentemente por el simple hecho de que no hay tantos espacios hábiles para ello. Es en el lienzo sur de este recinto en el que se llevó a cabo la actuación de recuperación que se expone en esta memoria.

La zona englobada dentro del recinto recibe el nombre de “mesa” debido, precisamente a que se trata de una zona bastante llana y plana. Prueba de ello es que las cotas en su interior van de 1.124 a 1.131 m. en casi toda su extensión. Tampoco varían mucho en el acceso central a esta suerte de península pero caen espectacularmente hacia los flancos debido a que, por allí, discurren los arroyos antedichos conformando profundas gargantas.

La técnica constructiva y el material empleado han servido para diferenciar las etapas constructivas del castro. Así el primero de los recintos sería el original que se habitaría a finales del S.V d.C. Se le adosaría después el segundo, quizás antes de la conquista romana, a finales del S.III a.C., con la intención de protegerse de esta amenaza. Por último, el tercer recinto presenta más dificultades para explicar la necesidad de seguir dotando al conjunto de una mayor seguridad. Quizás respondiese a las Guerras Celtíbero-Lusitanas o a las Guerras Civiles romanas del S.I a.C. En todo caso se trata de unos momentos ya finales puesto que en la zona empiezan a proliferar un gran número de asentamientos romanos o villaes que no hacían inviables estos emplazamientos defensivos célticos.

Castro de Los Castillejos en Sanchorreja.

Ese castro presenta algunas singularidades frente a otros de la provincia. Enclavado en un estratégico promontorio, no se llegó a romanizar ya que, ante la de la ocupación romana, se despobló sin poder precisar el porqué. Esto acontecería unos 400 años antes de Cristo después de una larga ocupación ya en momentos de la cultura de Cogotas I y, sobre todo, en la Edad del Hierro II.

Las principales intervenciones arqueológicas en este yacimiento se desarrollarán en la década de los 30 del siglo XX aunque y afortunadamente, también se realizaron algunas campañas más recientes, en los años 80, dirigidas por Francisco Javier González-Tablas. Los materiales de las primeras se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional y los de las últimas, en el Provincial de Ávila.

No se ha puesto en valor ni realizado restauraciones parciales por lo que resulta más complejo de interpretar “in situ” con el agravante de situarse en una finca privada de acceso restringido.

EL BERRUECO-LAS PAREDEJAS (MEDINILLA)

         El Berrueco es un cerro de 1.335 m de altitud –evidente ejemplo de castro en cerro o acrópolis-, estratégicamente ubicado en las inmediaciones de de las sierras de Gredos y de Béjar, dominando una amplia zona del Valle del Tormes. Abarca una extensión de 5 km2, englobando diferentes yacimientos fechados entre la edad del Bronce y la época romana.

         Cronológicamente se encuadra entre los SS.VII-III a.C.